Lo que debemos saber los padres sobre el uso de tecnología en el aula.
Redactado por: Saint Gregory

Vivimos en una era donde la tecnología es parte de la vida cotidiana. Como padres, hemos visto cómo nuestros hijos aprenden a usar tabletas y teléfonos antes de amarrarse los cordones inclusive. Este cambio ha sido radical en el comportamiento del ser humano y esto también ha llegado a las aulas.

Este avance promete modernizar la educación y conectar a nuestros hijos con el conocimiento global, sin embargo, también nos llena de preguntas importantes como que tan beneficioso es, que tanto los puede distraer o simplemente si se está preparado para este tipo de aprendizaje.

La realidad del tema es que el uso de tecnología en el aula no es ni buena ni mala. Todo depende del cómo, cuándo y el para qué. Desde una perspectiva psicológica, comprender este fenómeno implica mirar más allá de las pantallas y entrar en el mundo emocional, cognitivo y social de nuestros hijos.

La neurociencia ha demostrado que el cerebro de un niño en desarrollo necesita experiencias multisensoriales, movimiento, interacción social y desafíos emocionales para desarrollarse de manera integral. Aunque la tecnología puede ofrecer simulaciones o contenidos visualmente atractivos, si no se usa con intención pedagógica, puede reducir la experiencia educativa a una actividad pasiva, en donde si se puede ver un problema porque los niños a edades tempranas aprenden de mejor manera con la interacción humana.

Uno de los grandes desafíos actuales es la atención. Vivimos en una era de notificaciones, de la inmediatez y de los estímulos constantes y el cerebro de nuestros hijos se está formando con este comportamiento y algunos educadores han visto lo difícil que es mantener la concentración en una sola tarea.

Una de las funciones más poderosas del aula es el vínculo humano con los profesores, los compañeros, o sus amigos en el colegio y la tecnología no debería sustituir eso, sino complementarlo. Cuando un niño se siente visto, escuchado y comprendido, su cerebro se abre al aprendizaje.

La psicología nos recuerda que los niños aprenden mejor cuando están emocionalmente conectados. Por eso, cualquier implementación tecnológica debería cuidar que el niño siga sintiendo esa conexión, y no se convierta en un usuario más dentro de un sistema automatizado.

El aula es un espacio donde se educa en muchos aspectos y el uso de tecnología puede ser una oportunidad para hablar de respeto digital, de manejo del tiempo, de cómo gestionar la frustración cuando algo no carga o no funciona, y de cómo cuidarse emocionalmente en entornos digitales.

Nuestra herramienta más poderosa no es controlar, sino acompañar. La psicología insiste en la importancia del diálogo: hablar con nuestros hijos, interesarnos por lo que hacen en clase, no desde el juicio, sino desde la curiosidad. Preguntarles qué les gusta, qué les frustra, cómo se sienten cuando usan tecnología en el aula.

El uso de la tecnología en el aula llegó para quedarse. Pero como padres, no debemos sentirnos impotentes ni fuera de ese proceso. Nuestro rol no es controlar cada clic que hacen nuestros hijos, sino ayudarlos a integrar ese mundo digital en su desarrollo de manera saludable, crítica y emocionalmente conectada.

No se trata de estar a favor o en contra de la tecnología. Se trata de hacer las preguntas correctas, de observar a nuestros hijos con empatía, y de ser parte activa en la forma en que aprenden, sienten y se relacionan con un mundo cada vez más digitalizado.

La clave está en el equilibrio: tecnología con propósito, emociones presentes y vínculos que sostienen. Porque al final del día, lo que más necesita un niño para aprender… no es una pantalla, es sentirse acompañado.

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